13 Jul La autoestima y la seguridad en sí mismo
La autoestima es la forma de sentir respecto a nosotros mismos, el concepto del propio valor o lo que pensamos de nosotros.
Todo peque nace con el potencial necesario para alcanzar la salud mental y el equilibrio emocional. Indispensable para lograr este objetivo es poseer una autoestima elevada, que se fundamenta en la creencia del peque de ser digno de amor y que importa por el hecho de existir, sintiendo que se valora y respeta su individualidad.
El niño posee cualidades y recursos internos suficientes para gustarse a sí mismo. Desde que nace aprende a verse como considera que le ven las personas que le rodean. Su imagen la construye en función del lenguaje verbal y corporal, las actitudes y los juicios que sobre él emiten las personas que considera importantes. Se juzga a sí mismo comparándose con los demás y según sean las reacciones de éstos hacia él. La opinión de sí mismo afecta su estabilidad y constituye el núcleo de su personalidad, determinando la forma en que utiliza su potencial.
La autoestima alta surge de las experiencias positivas, produce en los niños seguridad, propia aceptación y la confianza suficiente para poder realizarse en todas las áreas de la vida. Con un buen nivel de autoestima las expectativas sobre sí mismos son apropiadas, alcanzando en el futuro la estabilidad emocional.
La autoestima pobre da lugar a la inseguridad, una escasa resistencia a la frustración, un bajo sentido de quien es y provoca ansiedad. El niño se siente inepto y carece de motivación para relacionarse de forma positiva o comenzar nuevos aprendizajes. Suele ser una de las principales causas de las conductas desadaptadas en la infancia ya que cuando el pequeño tiene un concepto negativo de sí mismo, cree ser “malo” y adapta sus comportamientos a este juicio. Normalmente, por ello se le regaña, juzga, castiga y rechaza, arraigando en él con más firmeza la convicción de “ser malo”. Por necesidad de coherencia interna evita entonces que le lleguen mensajes positivos.
El modo como nos vemos a nosotros mismos, a los demás y al mundo que nos rodea se crea durante la infancia en el ámbito familiar. Las impresiones que adquirimos entonces, nos acompañan toda la vida.
Cómo fomentar una autoestima elevada a los peques
Los padres pueden y deben fomentar una autoestima elevada en sus hijos siguiendo unas pautas sencillas, pero valiosas. Precisamente por su gran valor es preciso insistir en algunos aspectos como:
QUE EL NIÑO O LA NIÑA SE CONSIDERE ACEPTADO Y AMADO INCONDICIONALMENTE. No basta con que le demos todo nuestro amor, debemos asegurarnos que él lo siente y experimenta. Tiene que percibir que se respeta y acepta su individualidad. Aceptar al niño significa quererle por como es no por como nos gustaría que fuese y, sobre todo, no confundir el valor de su existencia con el de su comportamiento.
TIENE QUE SENTIRSE VALIOSO, UTIL Y CAPAZ, vinculado a los grupos que pertenece (familia, clase, etc.) y recibir de éstos seguridad y confianza; interiorizando formas de conducta positivas porque no se hacen juicios de valor sobre su persona, sino sobre aspectos de su comportamiento.
DEBE DESARROLLAR SEGURIDAD INTERIOR para afrontar con éxito las dificultades que se le presenten. Para conseguirlo se le pedirá que concluya las tareas que comience, se le asignarán responsabilidades en función de su edad y capacidad, no se hará nunca por el niño aquello que sea capaz de hacer solo, se le ayudará a aceptar las consecuencias de sus acciones y a medir sus posibilidades antes de comenzar una actividad.
QUE PUEDA AFIRMARSE COMO INDIVIDUO. Cada niño es único e irrepetible y necesita sentirse distinto a los demás. No es cierta la creencia de que los padres deben tratar a todos los hijos por igual, tienen derecho a las mismas oportunidades, pero cada uno tiene unas características y necesidades distintas. Es importante que se sienta especial y singular.
PROPORCIONAR UN AMBIENTE SIN CONDICIONES PARA EXPRESAR LIBREMENTE SUS SENTIMIENTOS Y CUIDAR LAS EXPECTATIVAS INADECUADAS. Se fomentará así su capacidad crítica, permitiendo que piense por sí mismo, aunque no coincida con los pensamientos de los padres o de otros adultos.
CUIDAR QUE SU INDIVIDUALIDAD NO SE CONVIERTA EN INDIVIDUALISMO EGOISTA.
QUE ADQUIERA UNAS PAUTAS DE CONDUCTA Y UNA ESCALA DE VALORES PERSONALES que le sirvan de referencia para que su forma de pensar y actuar adquiera coherencia, para que aprenda a distinguir el bien del mal. Los padres, y posteriormente los educadores, son las personas cuya estima y aprobación busca con más esfuerzo, por ello deben convertirse en los modelos que intente imitar. Los modelos que se proporcionan deben ser coherentes en sus mensajes y actuaciones.
Este artículo podréis leer en la web de WAECE (Asociación Mundial de Educadores Infantiles)
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