28 Ago ¿Es importante que el niño gatee?
Los padres no deben tener prisa porque su hijo empiece a caminar. Es más importante que el niño gatee para fortalecer la espalda, los brazos y las piernas, tanto a nivel óseo como muscular. Mientras gatea, el bebé coordina movimientos que le ayudarán a consolidar la lateralidad en el futuro, también mejora su habilidad con las manos, su atención y el desarrollo sensorial. El dominio de este tipo de desplazamiento amplía su autonomía y su independencia. Al ser mayor la zona de movimiento y experimentación, el niño puede perseguir a los padres por la casa para comprobar que están cerca en vez de llorar esperando su respuesta.
A partir del séptimo mes del bebé, las zonas del sistema nervioso más alejadas del centro del cuerpo avanzan en maduración neuromotora. La flexibilidad muscular comienza a estabilizarse, hay mayor control de los músculos extensores y, actividades como gatear, ponerse de rodillas, dar patadas y mantenerse en pié, además de ofrecerle placer y mayores posibilidades de exploración, le ejercitan para la locomoción independiente.
Cuando el bebé está boca abajo, los padres pueden favorecer el gateo flexionando las piernas o poniéndole un cojín o una almohada bajo el vientre. En esta posición, le ofrecen algunos juguetes y le animan para que intente cogerlos.
Para que el niño consiga desplazamientos, inicialmente necesita la ayuda de los padres. Por ejemplo, en posición de gateo, flexionan una de sus piernas y apoyan con firmeza una mano en cada uno de los pies del bebé ejerciendo una suave presión para que el cuerpo avance. También pueden jugar a la carretilla, agarrando sus piernas y levantándolas cuando está en posición de gateo. Si aguanta esta posición apoyando el peso de su cuerpo sobre las manos, le empujan suavemente para que intente pequeños desplazamientos adelantando las manos.
Durante el octavo, noveno y décimo mes, el bebé puede gatear con facilidad y buena coordinación. Con esta edad tiene más movilidad general, cambia de posición cuando está gateando para sentarse o se pone de pie agarrándose a un mueble. Si domina el gateo, pueden animarle para que se desplace gateando sobre diferentes superficies, como cojines o colchonetas, y superando obstáculos que colocan en la trayectoria que sigue.
En estos meses, los padres pueden observar como el bebé hace amagos de intentar ponerse en pie agarrándose a los barrotes de la cuna o a la malla del parquecito, también comprueban que pone las piernas rígidas cuando le cogen en brazos. Con estos logros, el niño comunica que es el momento oportuno para ayudarle a ponerse en pie.
Seguramente los padres comprueban que, una vez que el niño consigue ponerse en pie, no sabe como volver a la posición de sentado, por eso es posible que se asuste y llore. Después de varios intentos, aprenderá a doblar las rodillas y, cuando esté cerca del suelo, experimentará dejándose caer sobre los glúteos.
Ese es un buen momento para vigilar que los lugares a los que puede agarrarse para ponerse en pie son lo suficientemente pesados y estables para que no le caigan encima. Conviene retirar las mesitas auxiliares livianas, los adornos, los tapetes y otros objetos a los que puede acceder el pequeño.
Los padres también pueden mostrarle el modo de agarrarse al mueble, a la pata de la mesa u otras superficies seguras. No deben precipitarse para levantarle cuando haga ademán de intentarlo, conviene que experimente con el peso y el equilibrio de su cuerpo mientras intenta ponerse de pie. Pueden ofrecerle ayuda sólo cuando, tras varios intentos, no lo logre levantarse y retirar, poco a poco el refuerzo en los intentos futuros.
En poco tiempo, además de ponerse de pie con más seguridad, comenzará a realizar pequeños desplazamientos laterales agarrado a los muebles experimentando y fortaleciendo su cuerpo para acometer el gran logro: caminar de forma independiente.
Habitualmente, los niños intentan ponerse en pie entre los 7 los 10 meses. No obstante, cada niño sigue su propio ritmo de desarrollo y los adultos deben respetarlo. Forzar al pequeño para ponerse en pie antes de disponer de madurez suficiente podría ser perjudicial para las piernas o la espalda. Lo adecuado es estimular su necesidad de movimiento, pero sin inducirle nunca a emprender un aprendizaje para el que no está preparado.
Los padres, en ningún momento deben inquietarse porque otro niño de edad parecida a su hijo haya conseguido habilidades superiores. Siempre que el pediatra haya constatado que su evolución es normal y el entorno lo estimule adecuadamente, los logros irán surgiendo.
En todos los aspectos de la educación de los hijos, conviene recordar que todos los niños de edad similar no consiguen dominar las mismas habilidades. Algunos niños que muestran más destreza en el ámbito motor, son menos hábiles con el lenguaje o con cualquier otra área. Cada lóbulo cerebral madura a un ritmo diferente. La intervención de los padres debe encaminarse a estimular y animar al niño para que vaya ejercitando aquellas habilidades para las que está capacitado en cada momento y procurar que el aprendizaje le resulte placentero y divertido. Se comprueba que, en ocasiones, una semana o dos son suficientes para que el niño domine una habilidad que no había conseguido dominar durante meses de ejercicio.
Por último, algunos niños con una evolución normal, no aprenden a gatear y sólo gatean después de de caminar. El dominio de esta habilidad es deseable por los beneficios que aporta al desarrollo global. Sin embargo, no conviene agobiar al pequeño enfrentándole a un aprendizaje para el que no está preparado. La misión de los padres consiste en apoyar al niño y facilitarle muchas y variadas ocasiones para que gatee, preferentemente antes del dominio de la marcha autónoma, pero también después de aprender a caminar solo.
Fuente: http://waece.org/
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